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viernes, 30 de enero de 2015

Potosí y un susto mortal dentro de las minas

El día 6 de diciembre después de ponernos ciegos en el buffet del hostal agarramos un micro (2,5$b.) y nos fuimos a la terminal de buses de para dirigirnos a la ciudad minera de Potosí.

Llegamos a la terminal y, después de preguntar en varios puestos, tuvimos la suerte de poder comprar los billetes para un bus que recién salía hacia Potosí (20$b.).




Después de unas tres horas de viaje llegamos a la nueva terminal de autobuses de Potosí. El día estaba gris y las primeras vistas de la ciudad no daban muy buen impresión. Rodeando un cerro se agolpaban miles de casas de ladrillo unidas por calles de tierra. Agarramos las mochilas y salimos de la terminal para coger el micro E (2$b.) que nos llevaría hasta el centro de Potosí en la plaza 10 de noviembre desde donde empezaríamos nuestra búsqueda de un hostal.



Una vez encontramos alojamiento dejamos nuestras mochilas y salimos a pasear por las calles de Potosi. El gran cerro de potosí domina la ciudad Marcano su destino minero en el corazón de sus habitantes. 








Si bien la primera impresión que nos llevamos de la ciudad no fue muy grata todo cambió cuando callejeamos su casco antiguo. La influencia colonial en los edificios y calles daba una a la villa un color y encanto especial. Callejeamos por el centro de la ciudad entreteniéndonos con el día a día de sus habitantes al mismo tiempo que buscábamos la mejor opción para hacer la excursión a las minas del día siguiente.



Cuando cayó el sol y empezó a refrescar tocó ir a comprar una chaqueta nueva porque yo y mi cabeza nos habíamos dejado el maravilloso polar que me había dejado mi madre en el hostal de Sucre. Lo siento Mamá prometo recompensarte con muchos imanes para la nevera.

Una vez pasado el cabreo por tener la cabeza de pájaro que tengo, pobre Susana lo que ha tenido que aguantar espero que me sepas perdonar, nos acercamos al mercado local donde se vende absolutamente todo y conseguimos una chaqueta talla XXXL por 18€ toda una ganga.

Ya de camino al hostal nos paramos en un restaurante local que nos habían recomendado en una de las agencias que organizan los tours por las minas. El lugar era muy auténtico, sólo había gente local y la única manera de encontrarlo era si alguien te había hablado de él porque estaba situado en el primer piso de una casa de la calle bustillos un poco más abajo del mercado central y como única señal tiene una bombilla de bajo consumo encima de la puerta de entrada al edificio. Así que allí nos sentamos en los bancos corridos y comimos nuestro menú de sopa y pechuga (12$b.) antes de ir a dormir al hostal.


Al día siguiente desayunamos pronto en el hostal y decidimos cambiar de lugar ya que, aunque el hostal no estaba mal, preferimos el ambiente del hostal KoalaDen. Una vez hecho el check-in nos acercamos hasta la casa de la moneda en la plaza del 10 de noviembre para visitar el museo de la casa de la moneda (40$b.). 




Aunque teníamos nuestras suspicacias por las anteriores experiencias con los museos bolivianos, he de decir que la casa de la moneda merece mucho la pena de visitar. Se trata de una visita guiada por el palacio de la moneda fundado en 1572 donde uno no sólo aprende sobre la historia de Potosí sino también de Bolivia y de la historia de las monedas de Suramérica.




Cuando terminamos con el museo nos acercamos al mercado central para almorzar en su comedor de la primera planta una buena sopa de maní.

Ya en la tarde buscamos recorrer los últimos rincones de la ciudad que nos quedaban por recorrer antes de irnos al hostal a descansar.






Nuestro último día en Potosí empezó con uno de los mejores desayunos que hemos tenido en Bolivia, el cual devoramos sin condición. 



Luego esperamos a que nos vinieran a buscar para ir a visitar las minas (100$b.). 


Pero antes de ir al cerro tuvimos que prepararnos con ropa, casco, botas y pañuelo. El rifle era opcional.



La primera parada de la excursión es el mercado minero para que compremos suvenires para los mineros que vamos a visitar, normalmente dinamita alcohol y agua. También es un buen lugar para comprar coca que ayuda a combatir el mal de altura.

Luego de comprar los suvenires y la coca paramos en las destilerías de plata donde nos explicaron como bajo condiciones precarias los mineros separan el mineral de la roca. El resultado es un polvo de plata que Bolivia exporta a otros países donde se funde obteniendo los lingotes de plata que posteriormente Bolivia volverá a comprar a un precio más caro. 



Una vez visitada la destilería nos llevaron a las minas. Cuando llegamos nos separamos en dos grupos y empezamos el recorrido por las galerías. La oscuridad lo cubría todo y la altura, la humedad y el polvo conseguían crear un ambiente claustrofóbico.



Al cabo de un rato llegamos a una galería pequeña y angosta donde estaban trabajando un padre y su hijo. Allí tocó subir por una rampa cubierta de roca recién volada de la pared. Mientras subíamos las rocas se deslizaban bajo nuestros pies y había que tener mucho cuidado de que no te golpearan en la cabeza. 



Una vez llegados al final del túnel nos sentamos a charlar con el minero para que nos contara el día a día de su trabajo. Sólo puedo decir que en estos casos uno se da cuenta de la suerte que tiene por haber nacido donde ha nacido y de tener la vida que uno tiene. El sueldo de un minero depende de la cantidad de mineral que saque su veta y del precio al que esté en ese día el mineral. Además de eso tiene que darle el 40% de sus beneficios a la cooperativa para que esta le permita entrar en la mina y tengan una mínima cobertura médica. Aunque de haber un accidente son los propios mineros los que tendrían que rescatarle ya que no hay un servicio de rescate especial. En fin una locura.

Poco después nos acercamos a lo que llaman el precipicio de la muerte. Un lugar donde se unen dos galerías por un pequeño tablón suspendido en el aire sobre una caída de 15 metros.  Y fue allí donde sucedió todo. Evidentemente pediré  los lectores que no cuenten esto a mi madre por razones obvias.Una vez llegados al final del túnel nos sentamos a charlar con el minero para que nos contara el día a día de su trabajo. Sólo puedo decir que en estos casos uno se da cuenta de la suerte que tiene por haber nacido donde ha nacido y de tener la vida que uno tiene. El sueldo de un minero depende de la cantidad de mineral que saque su veta y del precio al que esté en ese día el mineral. Además de eso tiene que darle el 40% de sus beneficios a la cooperativa para que esta le permita entrar en la mina y tengan una mínima cobertura médica. Aunque de haber un accidente son los propios mineros los que tendrían que rescatarle ya que no hay un servicio de rescate especial. En fin una locura.

Poco después nos acercamos a lo que llaman el precipicio de la muerte. Un lugar donde se unen dos galerías por un pequeño tablón suspendido en el aire sobre una caída de 15 metros.  Y fue allí donde sucedió todo. Evidentemente pediré  los lectores que no cuenten esto a mi madre por razones obvias.


El caso es que el guía preguntó quién quería cruzar al otro lado y claro, la tentación obliga, ¡Yo, dije firme y decidido! Ni que decir tiene la cara que se le puso a Susana en ese momento. Bueno pues para la tabla que me dirijo todo decidido y cuando estoy delante de ella viendo el vació oscuro debajo de mis pies y arrepintiéndome de mi propia estupidez de repente se escuchó una enorme explosión y tembló toda la mina. En ese preciso momento el guía que tenía a mi espalda rápida mente me lanzó contra la pared impidiéndome que empezara a caminar sobre el tablón. El grupito de niñas francesas empezaron a gritar, mi corazón se aceleró hasta casi salírseme por la garganta y mi cara se volvió blanca como la de un zombi. Así que se acabó el experimento de Indiana Jones en las minas.

El guía nos explicó que lo que habíamos escuchado eran las voladuras de los mineros y que era mejor salir de la galería porque pronto se llenaría todo de polvo y el ambiente no era lo mejor. Así que volvimos por nuestros pasos a salir de la mina mientras nos cruzábamos con las carretas llenas de rocas que se deslizaban hacia la salida donde los mineros volcaban su contenido a la ladera de la montaña.



Nosotros después de nuestra aventura decidimos celebrar nuestra realidad con un buen chupito de licor minero 96º. 


El vídeo lo dice todo.



Una vez que terminamos con la excursión volvimos al hostal para recoger las mochilas ya que esa misma tarde agarraríamos el bus con destino a Uyuni donde queríamos ver una de las maravillas de Suramérica.

Pero eso como siempre será parte del siguiente post.



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